Cualquier aprendizaje significativo deviene un nuevo rasgo de la máscara.

Una nueva grieta por donde una luz que llora satisfacción vieja.

Todo aquello que nos enmascara, ya no lo dudo, envejece.

Y poco a poco somos aquello que nos devuelve el espejo porque éste refleja bastante lo que somos desnudos.

Si existe algún triunfo es este acercamiento entre la desnudez que con los años, y fijándonos, hemos sabido construirnos y la máscara con la cual ya hace tiempo sabemos que nos protegemos y a la cual somos fieles aunque ya no nos es ancla, sino camino.

Entender que la jugabilidad identitária de la adolescencia no es para siempre nos da verdaderas coordenadas a la libertad, pudiendo predecir el destino con certeza porque, luchándolo con herramientas que se estabilizan, lo construimos.


1 comentarios:

Ivan Guas dijo...

Puchicas que poeta!